Una solución que pudo ser apta para una urgencia, semanas después tendría que estar resuelta según criterios técnicos y sanitarios. Nutricionalmente, los menús para esta emergencia son inadecuados cuando se mantienen en el tiempo y pueden tener consecuencias negativas sobre la salud de los 11.500 escolares que los reciben, especialmente si se trata de niños alérgicos o intolerantes a ciertos alimentos.
En marzo pasado, la Comunidad de Madrid publicó diferentes acuerdos con varias empresas de hostelería para solucionar el problema que planteaba el cierre de establecimientos escolares, con sus correspondientes comedores, para aquellas familias perceptoras de la Renta Mínima de Inserción (RMI). La situación no era sencilla puesto que distribuir, en plena crisis, una comida diaria a 11.500 niños dispersos por toda la Comunidad planteaba serios problemas de logística. Sobre todo, con el confinamiento activado y la actividad industrial y sobre todo la hostelera, gravemente reducida o paralizada.
En aquel momento de urgencia (recordemos que el periodo de alarma inicial fue previsto para dos semanas), cualquier solución para dar de comer a esos niños, cuyas familias además están en una situación especialmente difícil, parecía correcta y así lo manifestamos en su momento, evitando por nuestra parte las críticas que ya surgieron en aquel momento. Bien es cierto que la elección de las empresas y su especialidad de negocio, así como las propuestas de menús que hicieron, era francamente mejorables.
Sin embargo, insistimos, en una época tan complicada resolver este asunto de forma segura y eficaz no era sencillo y apoyar a las instituciones y personas responsables que lo organizaban fue una muestra de lealtad institucional y ciudadana. Ciertamente, en estas semanas de marzo y abril, acuciaban muchos temas de extrema gravedad de los que todos somos conscientes (frenar los contagios, los ERTEs, conseguir las EPI suficientes, organizar el hospital de IFEMA, el drama de los mayores en las residencias, las pruebas diagnósticas, etc.)
Ello no es óbice para resaltar que, semanas después, parece que nadie en la Consejería correspondiente de la Comunidad de Madrid se hubiera vuelto a acordar del tema y los niños beneficiarios de esa ayuda, han seguido recibiendo el mismo menú al que, técnicamente y fuera de cualquier consideración política, solo cabe calificar de “comida basura” o, si lo prefieren en su versión latinoamericana o anglosajona de “comida chatarra” o “fast food”. Es decir: comida para quitar el hambre (tampoco demasiado), barata, nutricionalmente despreciable y educativamente un despropósito. Apta, en todo caso, para consumir de forma esporádica como tuvo que ser la idea inicial.
Es necesario resaltar que estos menús ofrecidos por las empresas Telepizza, Rodilla y Viena Capellanes incumplen la propia normativa e indicaciones de la Comunidad de Madrid en materia de menús escolares.
- Ver el informe y la declaración íntegra: