La obesidad y la diabetes… ¿también un problema de la flora intestinal?

| Publicado por | Categorías: Estudios científicos, Nutrición y dietética

Recientes estudios parecen indicar que las elevadas prevalencias mundiales de obesidad y diabetes no se deben sólo a la genética, la mala alimentación y la disminución de la actividad física. El tipo de microorganismos que constituyen nuestra flora intestinal podría estar variando provocando cambios en nuestro metabolismo que nos harían más propensos a padecer estas enfermedades.

Nuestro intestino tiene una variedad muy extensa de microorganismos simbiontes, principalmente bacterias, que no causan daño alguno a nuestro cuerpo y que, además, no podríamos vivir sin ellos. En concreto se estima que el número de células microbianas que albergamos en nuestro organismo es 10 veces superior a nuestras propias células.

Cuando nacemos nuestro aparato digestivo es estéril y comienza a ser colonizado en el momento del parto, adquiriendo parte de la microflora de nuestra madre. Un dato curioso es que, en los partos por cesárea, la microbiota del recién nacido se parece más a la de la enfermera o matrona que a la de la propia madre (1).

Durante nuestro primer año de vida, conseguimos completar nuestra flora gracias a la lactancia materna y a los primeros alimentos que tomamos. Sin embargo, esta comunidad bacteriana no se mantiene fija a lo largo de nuestra vida, si no que la cantidad y diversidad de microorganismos va cambiando en función de nuestros hábitos. Por ejemplo, una de las acciones que más puede modificar su estructura es el consumo de antibióticos orales. 

Nuestros pequeños ayudantes

Estas bacterias intestinales realizan funciones que nuestro metabolismo no es capaz de hacer por sí solo, tales como la síntesis de vitaminas (K, B1, B2 y ácido fólico) y la degradación de sustancias indigeribles como la fibra, las toxinas de la dieta o los medicamentos. Otra de sus principales funciones es regular la absorción de minerales y electrolitos que posteriormente actúan sobre nuestro metabolismo energético y hormonal.También se ha demostrado que intervienen en la producción de ácidos grasos de cadena corta y en los procesos de inflamación de la respuesta inmunitaria (2).

Estas últimas funciones son las que han permitido que se les relacione con enfermedades como la obesidad y la diabetes, las cuales, llevan asociadas procesos de inflamación crónica.

Los ratones permitieron el descubrimiento

La confirmación de que existía una relación entre la flora intestinal y la obesidad surgió gracias a los experimentos del “Center for Genome Sciences” de la Universidad de Washington (3). Los investigadores emplearon ratones que tienen un intestino estéril o ratones “germ-free” que, comparados con ratones normales, parecían mostrar mayores depósitos grasos. Para comprobar si esto se debía, en parte, a la presencia de microorganismos en el sistema digestivo, realizaron un transplante de materia fecal de ratones normales a otros estériles y observaron que en los segundos aumentaba el tejido adiposo hasta un 60%. Pero lo más llamativo es que es que algunos de ellos desarrollaron también resistencia a la insulina.

A partir de estos experimentos se han realizado estudios en humanos donde se ha comprobado que pacientes diagnosticados como obesos muestran un perfil microbiano diferente al de las personas con normopeso (4). Los investigadores proponen que los microorganismos tienen la capacidad de modificar la expresión de ciertos genes que alteran el metabolismo de lípidos y glúdicos aumentando nuestra capacidad de almacenamiento de energía como tejido adiposo.

¿Causa o efecto?

Sin embargo, aunque los estudios hayan asociado ciertas patologías con ciertos perfiles de microbiota no está claro si “una causa la otra” o viceversa. Puede que el tener una determinada enfermedad y su correspondiente tratamiento actúen modificando la microbiota o, por el contrario, que la presencia de una determinada variedad de microorganismos favorezca el desarrollo de estas enfermedades. Lo que sí está claro es que existe una relación por lo que son necesarias más investigaciones a nivel epidemiológico que proporcionen información más concreta.

Tratamiento innovador

En cuanto al punto de vista clínico, algunos investigadores proponen emplear esta información en el tratamiento de las enfermedades relacionadas con el síndrome metabólico. Según esto, los especialistas podrían elaborar dietas que, además de ser saludables, fueran encaminadas a modular la composición de la microbiota intestinal principalmente mediante la administración de probióticos y prebióticos. No obstante, aún queda mucho por estudiar para determinar con fiabilidad qué perfiles son los idóneos para cada enfermedad y cómo conseguir implantarlos en nuestro cuerpo y que se mantengan a lo largo del tiempo.

Referencias:

1. Dominguez-Bello MG, Costello EK, Contreras M, Magris M, Hidalgo G, Fierer N, Knight R. Delivery mode shapes the acquisition and structure of the initial microbiota across multiple body habitats in newborns. PNAS, 2010; 107 (26): 11971-5.

2. Sanz Y, Collado MC, Haros M, Dalmau J. Funciones metabólico-nutritivas de la microbiota intestinal y su modulación a través de la dieta: probióticos y prebióticos. Acta Pediatr Esp, 2004; 62: 520-6.

3. Backhed F, Ding H. Wang T, Hooper LV, Koh GY, Nagy A, Semenkovich CF, Gordon JI. The gut microbiota as an environmental factor that regulates fat storage. Sci Sign, 2004: 101 (44): 15718-23.

4. Schwiertz A, Taras D, Schäfer K, Beijer S, Bos NA, Donus C, Hardt PD. Microbiota and SCFA in lean and overweight healthy subjects. Obesity (Silver Spring), 2010; 18:190-5.

Autora del texto: Dña. Noemí López-Ejeda (Asociada SEDCA) @LopezEjedaN

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