Dos enfermeras españolas inician un proyecto de mejora nutricional y de salud en escuelas etíopes de la mano de SEDCA, su Fundación y la Universidad Complutense de Madrid.
Finalmente llegó el deseado viaje a Mizan-Téferi. Y no solo por vivir una experiencia, que resultó ser única, sino por la oportunidad de contribuir de forma directa con las personas de un país tan pobre como es Etiopía.
Así que después de varios intentos fallidos, tomamos la decisión de “liarnos la manta a la cabeza” y apostar por este proyecto. Esta vez contaríamos con el apoyo tecnológico, económico y sobre todo de conocimiento de la SEDCA, su Fundación Alimentación Saludable así como de la Universidad Complutense de Madrid, a través de varios profesores de la Facultad de Enfermería, y del Grupo de investigación Epinut.
Nos proponíamos desarrollar un proyecto que repercutiese en la mejora del estado nutricional de los niños que asisten a la guardería de las misioneras de la comunidad misionera de San Pablo Apóstol, con las ya veníamos colaborando desde hace algunos años y que son nuestra contraparte allí en Etiopía.
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El objetivo principal de esta congregación religiosa, es incidir en la alimentación de los niños de entre 3 a 6 años, edades en las que se ha evidenciado una alta mortalidad infantil. Las misioneras tienen varios centros repartidos por el país y cada uno de ellos consta de guarderías donde aparte de la alimentación proveen educación a los niños. Para dar una amplia cobertura en la mejora de la alimentación, han desarrollado programas de agricultura para la comunidad y perforación de pozos. En la misión de Andode, debido a que una de las misioneras es enfermera, hay además de la guardería, dos centros de salud. En otras misiones, se están desarrollando programas de atención a la alimentación de la mujer embarazada, para corregir la desnutrición infantil incluso antes de la gestación. Su trabajo en el país es muy amplio y realmente hacen un trabajo digno de admirar.
Madrid – Etiopía: un día de viaje, un salto atrás en el tiempo de muchos años que nos recuerda de dónde venimos y cuáles son las cosas esenciales de la vida que a menudo olvidamos.
Nuestro viaje a la misión de Mizan-Téferi, consistía en una primera toma de contacto con la zona para saber con qué alimentos contábamos, precios de los mismos, un primer análisis del estado de los niños, qué tipo de clima y otras posibilidades del lugar. Pues en este sitio, nunca habíamos estado antes. Así que el día 10 de octubre, por fin cogimos el vuelo nocturno con el que llegaríamos a las 6 de la mañana a Addis Abeba, desde ahí cogimos otro vuelo interno hacia la ciudad de Jimma. Aún quedarían 4 horas de viaje en autobús para llegar a nuestro destino.
Relato de un viaje
Habíamos quedado en que ‘alguien’ iría a recogernos al aeropuerto y así fue… pero lo que parecía un transporte privado para nosotras, se convirtió en seguida en una furgoneta de recogida y suelta constante de pasajeros hasta Mizan Téferi. Al principio no entendíamos muy bien aquello, pero pronto nos dimos cuenta que el conductor estaba haciendo doble negocio y aprovechando los asientos libres para llevar otros pasajeros en nuestra misma dirección y ganarse un dinero extra. Ah, el capitalismo…
El viaje en la furgoneta fue como estar dentro de una batidora. Los amortiguadores no debían de ir muy bien y las curvas de la carretera así como los continuos frenazos y volantazos para no atropellar a las cabras, burros o personas que se cruzaban no ayudaban mucho a la estabilidad de la conducción. Pero fue bastante entretenido, eso sí, y de vez en cuando se sentaba alguien al lado y nos hacía preguntas sobre nuestro país de origen y sobre todo si nos gustaba Etiopía, esto último con una amplia sonrisa y aires de orgullo de país. Entre sueño y sueño, se nos pasaban los minutos contemplando la exuberancia del tropical paisaje, a través de la ventanilla. Sin duda, era un lugar precioso.
Tras casi un día de viaje, por fin, sobre las 4 de la tarde, llegamos a Mizan – Téferi. Allí después de un caluroso recibimiento entre misioneras, monjas y voluntarias, dejamos nuestro equipaje en la casa destinada a los voluntarios y nos apuntamos a ir a tomar café a casa de una vecina, Fátima. Al parecer esta mujer de no más de 25 años tuvo la desgracia de casarse con un hombre que le contagiaría de VIH y con el cual tuvo dos hijos. Uno de ellos también porta el virus.
En Etiopía, las personas con SIDA son repudiadas por la sociedad. La lucha contra esto incluye crear vínculos de amistad a través del apoyo psicológico y ayuda como el trabajo para que sean autónomos y formen parte activa de la sociedad.
En Etiopía, las personas con SIDA son repudiadas por la sociedad. Las misioneras luchan contra esto, haciendo visitas a estas personas y creando estrechos vínculos de amistad a través del apoyo psicológico y de todo tipo de ayudas, entre las que están darles un trabajo para que sean autónomos y formen parte activa de la sociedad. El hecho de que las misioneras se relacionen con esta gente, hace que el pueblo se cuestione su repudio, cambie su forma de verlos y de tenerles miedo por padecer la enfermedad.
Fátima, llena de satisfacción por nuestra presencia en su casa, preparó un delicioso café etíope con palomitas de maíz y pan casero para todas nosotras (8 personas). Y así tuvimos nuestra primera inmersión en la vida etíope.
Las dos monjas de la misión, venían de Méjico con el objetivo de hacerse cargo de un centro de salud que había por la zona. Las otras dos chicas, también mejicanas, eran voluntarias, una enfermera y la otra matemática.
Llegamos un miércoles por la tarde y el jueves a primera hora de la mañana ya estábamos al pie del cañón en la guardería conociendo a las cocineras, las maestras y todos los chicos de 3 a 6 años de edad.
Comienza el trabajo y la ‘rutina’
Nuestra rutina fue cada día, desde las 9 de la mañana hasta las 2 de la tarde, hacer un examen físico y exploratorio de cada niño. Esto consistía en la búsqueda de anormalidades como presencia de posibles piojos y/o liendres en el pelo, manchas en la piel por hongos, herpes o heridas infectadas, manchas en los ojos por alguna deficiencia de vitaminas, caries debido a la falta de higiene y deficiencia en la ingesta de calcio y el estado de distensión del abdomen, relacionado con la colonización de parásitos intestinales.
Este último aspecto, resultó ser bastante generalizado y por el cual continuamos con el protocolo de la guardería de desparasitar a todos los niños con una dosis única de Albendazol 400 mg. El resultado esperado sería una mejor absorción de los alimentos.
Primer problema: la calidad sanitaria del agua de bebida
El tema del el agua de consumo de los niños, fue otro punto a tratar como posible fuente de infección por parásitos intestinales y de la cual no nos podíamos olvidar. Debido a la escasa profundidad del pozo de la guardería, se consideraba que el agua no era apta para el consumo y por lo que a los niños se les pedía que trajeran cada día, el agua desde sus casas. Pero, ¿cómo saber el origen de esa agua? Al parecer, según la tendencia de los habitantes de Mizan-Téferi, es beber agua de la lluvia, del rio, de charcos o de las fuentes que hay por el pueblo, cuando estas dan agua, que no es siempre así. Esta información, fue proporcionada por las mismas misioneras que conocen la realidad del lugar. También nosotras preguntamos a las maestras e incluso las vimos coger agua del bidón con agua de la lluvia, y dársela a algún niño cuando este olvidaba traer su agua. Sin ir más lejos, nosotras mismas consumíamos agua de lluvia, aunque tomábamos la precaución de hervirla y pasarla por un filtro especializado que teníamos en la casa de los voluntarios donde nos alojábamos.
Para beber… agua, pero no de la fuente: nosotras mismas consumíamos agua de lluvia, aunque tomábamos la precaución de hervirla y pasarla por un filtro especializado…
Con la intención de saber la limpieza del agua y cuánto podía estar afectando de manera negativa a la salud de nuestros niños, cogimos muestras de los diferentes posibles puntos de consumo y poder más tarde analizarla a través de la universidad y SEDCA, en España. La analítica, en efecto, se realizó gratuitamente a través de la colaboración desinteresada de la Vocalía de Alimentación del Colegio de Farmacéuticos de Madrid.
Hasta aquí, todo suena bien, organizado y da la sensación de tener tiempo hasta para habernos aburrido. Pero la realidad fue bien distinta. Empezamos con mucha energía y según iban pasando los días notábamos que se nos iba agotando. Pero gracias al buen equipo que hicimos mi compañera Nadia y yo, el día que una notaba que la otra estaba con la moral más baja, la otra se hacía más fuerte y viceversa para contrarrestar los bajos ánimos.
Y es que en Etiopía todo cuesta mucho trabajo. Estamos en un país donde la carencia es absoluta, el choque cultural es enorme, la falta de conocimiento entorpece todo mucho y la dificultad del idioma provoca grandes impedimentos a la hora de organizar cualquier cosa que una se proponga. Los ritmos son otros, la prisa y escasez de tiempo con que en occidente nos identificamos, no funcionan allí.
Lo que para nosotras era muy importante, para el resto no lo era tanto. Simplemente ellos están en su día a día y no podemos llegar y cambiar las cosas en dos semanas. De lo contrario, la gente, empieza a no tomarte enserio y notas que empiezas a ser la típica “farangi” impertinente que viene a decirles lo que tienen que hacer y a criticar todo lo que hacen.
Había que tener mucho cuidado por cómo se transmitían las cosas. El uso del lenguaje corporal y una buena sonrisa siempre ayudaba bastante, pues muchas veces no había canal verbal de comunicación. Mostrar buenas intenciones y respeto por lo que hacían, era una buena forma de acercamiento.
La evaluación nutricional y el examen físico
Al mismo tiempo que hacíamos el examen físico de cada niño, recogimos datos antropométricos (medidas de pliegues cutáneos, perímetros, peso y talla) para analizar el estado nutricional de estos niños, poder hacer la mejora en el menú escolar y hacerles un seguimiento nutricional.
Una vez finalizado del examen físico-exploratorio, todos aquellos niños que identificamos con necesidad de atención médica, fueron derivados al médico a través de una notificación hecha a sus padres. Normalmente, solíamos derivar los casos de fiebre asociada a mucosidad en el pecho, infecciones fúngicas o víricas que no se pueden tratar con tratamiento tópico en la propia guardería debido a la extensión o profundidad que ya afecta a la piel.
A raíz de la alta incidencia de hongos cutáneos (tiña corporis y capitis) con amplias extensiones de piel, ideamos un taller destinado a Saritu y demás maestras de la guardería, cuyo objetivo fuese la identificación de aquellos casos que irremediablemente necesitan ser evaluados por un médico y ser tratados de forma sistémica, con tratamiento oral. Los casos de hongos pequeños y bien localizados, podían ser tratados con una crema antifúngica.
Desde luego, el taller fue todo un éxito. Fuimos clase por clase con nuestra lista en la mano de aquellos niños identificados previamente con hongos de cualquier tipo y extensión. Hicimos un grupo con ellos y fuimos preguntando a las maestras cuál creían ellas que era el mejor procedimiento, en base a nuestras explicaciones previas. Fue un taller práctico con explicaciones y preguntas sobre la marcha. La idea fue que aquellos niños con hongos pequeños y localizados, serían tratados en la guardería a diario hasta la desaparición completa del hongo. Aquellos casos extensos, serian notificados a la directora de la guardería, Lemlem, y esta contactaría con cada padre para después ser llevados al médico.
No obstante, quisimos probar mediante una evaluación interna a simple ciego, (sólo nosotras seriamos conscientes de dicha evaluación y nos las maestras) la eficacia del taller y comprobar si las indicaciones son aplicadas una vez nos fuésemos de allí, ya que debido a nuestra escasez de tiempo en terreno, no pudimos responsabilizarnos hasta el final de este asunto. Así que tuvimos la idea de tomar fotos de un grupo de niños con hongos en cabeza y cuerpo, que utilizaríamos como caso control del estudio, con la idea de compararlos con nuevas fotografías, en el próximo mes de diciembre, después de haber recibido el supuesto tratamiento. Sandra, la voluntaria mejica, se encargará de esta segunda parte, una vez vuelva a Mizan-Téferi.
Sin darnos cuenta, estábamos ante un ensayo clínico evaluando la eficacia del taller de hongos, es decir, de la evaluación del procedimiento de clasificación y derivación de los niños en busca de ayuda médica y de tratamiento tópico en la guardería, por parte de las maestras. Si persisten los hongos, es que el taller, a pesar de que entendieron bien la idea, no ha llegado a su objetivo final, que es la curación de la infección fúngica en el niño y habrá que volver a incidir en el tema, identificar los posibles problemas aparecidos y/o pensar otra estrategia.
Y para comer…
Entre medias, sacábamos tiempo para para visitar a las cocineras, Weinitu y Wude y ver la elaboración del desayuno y almuerzo. Les preguntábamos las cantidades de alimentos que utilizaban y la forma de cocinarlos que tenían, así como observar los recursos con los que contaban. Tenían habilitado un cuarto con escasa ventilación y luz natural, en el cual había una estructura hecha de cemento con espacio en la parte de abajo para crear fuego y ascuas a modo de fogón para cocinar. Pero ellas preferían ir a la parte de atrás, donde había una techumbre sin paredes utilizada para almacenar la madera y protegerla de la lluvia. Aquí, habían liberado un poco de espacio como para montar una hoguera y poder cocinar más a gusto.
Desde luego, con tan pocos recursos, es increíble que hasta horneen pan dos veces por semana o simplemente cocinen para más de 130 personas a diario, incluyendo todo el personal que trabaja en la guardería. El resultado, es que lo hacían y nunca escuché una queja, al revés, siempre estaban dispuestas a colaborar y a responder a nuestras preguntas, a posar para nuestras miles de fotografías y videos y a realizar las modificaciones que más adelante haríamos en el menú, suponiéndoles incluso, más trabajo. Lo cierto, es que el menú era bastante pobre e insípido. No hace falta ser nutricionista para darse cuenta de que lo que se les ofrece a los niños, no es una alimentación variada ni equilibrada.
Pudimos comprobar, que era por la falta de recursos y no por la habilidad de las cocineras. Hubo un día que Nadia, fue con ellas a mostrarle la forma de hacer un sofrito de cebolla, zanahorias y acelgas aderezado con especias para mezclarlo con el arroz y el resultado fue espectacular, todos quisieron repetir plato. En ese momento, nos dimos cuenta que ellas sabían perfectamente cómo cocinar aquello, el problema era la falta de ingredientes con las que les indican lo que tienen que cocinar. Por ejemplo, en el caso del día de la pasta, literalmente fueron 13 kilos de macarrones cocidos con un litro de aceite y medio kilogramo de cebolla. Al parecer, el presupuesto para la compra de comida estaba pasando por su peor momento… es por ello, que nuestra colaboración va ser muy sustancial y fructífera mejorando la vida de todas estas personas.
Mejorando el catering…
De hecho, nos pusimos manos a la obra y con la primera aportación económica de SEDCA y de otras donaciones, nos fuimos de compras. Ya íbamos con la idea de implantar la ingesta de huevos, al menos dos veces a la semana por cada niño como fuente de proteínas, pues en este país, la carne es muy cara y la gente la consume, en el mejor de los casos, los días festivos religiosos: unas 4 o 5 veces al año. Así que parte del dinero fue para la compra de 271 huevos, también compramos 50 kg de cebollas, 10 kg de ajos, 20kg zanahorias y un fardo de al menos 20 kg de espinacas. El resto del dinero, sería para seguir comprando comida una vez se agotara esta primera compra.
Para la segunda semana de nuestra estancia allí, todas las comidas fueron complementadas con estas verduras y el jueves ya se empezó a dar un huevo hervido a cada niño en el desayuno. Fue bastante emocionante ver cómo gracias a nuestro esfuerzo, lo contentos que se pusieron los niños comiendo el huevo. Parece una tontería, pero en ese país, cosas tan básicas para nosotros, allí resultan una novedad y motivo de alegría.
En realidad el equipo de cocineras, maestras y ayudante de maestras, es bastante bueno y con bastante potencial. Las trabajadoras están acostumbradas a las visitas de los voluntarios para cruzar ideas y mejorar el sistema. Aunque como he comentado más arriba, dependiendo como se haga esto, se puede convertir en una odisea o en una experiencia positiva en la que todos salimos ganando.
Encontramos una buena ayudante…
Nosotras lo tuvimos claro con Saritu, una ayudante de maestra con estudios de enfermería sin terminar y a la que captamos y empoderamos como enfermera para que ella fuese la encargada del programa de salud, viniese quien viniese. En ella se vio claro, cuanto más se confiaba en ella dándole responsabilidades, mejor la veías actuar y trabajar. Disfrutaba mucho haciendo lo que hacía. Así que el examen médico de todos los niños lo hicimos entre las tres. La desparasitación con Albendazol fue básicamente hecha por ella. Nosotras nos quedamos como sus ayudantes, con el objetivo de que la siguiente toma del medicamente, en 6 meses, ella supiese cómo organizarse con las listas de los niños y el tachado de aquellos niños que ya hayan recibido el tratamiento. Cosa, que no fue nada fácil, pues por ejemplo, la clase de primero la forman 45 niños de 3 años de edad y donde la mayoría no conocen sus nombres. Así que había que gastar mucho cuidado y tener la conciencia de la responsabilidad con el medicamento y el niño, no cometer errores y doblar dosis con efectos tóxicos, en niños que en su mayoría no pasan de los 20 kg.
Ah, la percepción del tiempo
Un aspecto muy reseñable es el concepto del tiempo en Etiopía… las prisas, el hacer las cosas dentro de unos tiempos pre establecidos: a las 3 de la mañana nos levantamos, hasta las 4 h desayuno y terminar de cerrar nuestras maletas y limpiar lo que habíamos ensuciado, a las 4:15h coger botellas de agua, a las 4:30h tuk tuk que nos recogía para ir hasta la estación de autobuses y a las 5 h salida del autobús. Aquí, por ejemplo, viene a cuento lo del choque cultural. Encajar nuestras prisas con tiempo de reloj, con sus vidas con tiempo solar, es a veces muy complicado y o te relajas y te adaptas o corres el riesgo de desarrollar una úlcera gástrica. Y es que la comunicación debido a la diferencia de idioma, es otro gran motivo que dificultaba bastante el entendimiento y por lo que perdíamos mucho tiempo. Para entender los ingredientes de la comida, nos las ingeniábamos con gestos, con la búsqueda de dicho alimento u objeto para una visualización directa. O simplemente había que quedarse a observar cómo lo hacían porque, no te enterabas de la explicación en su lengua, por mucho que fuese acompañada del lenguaje corporal. Y es que la mayoría allí, si hablaban inglés, era muy, pero que muy escaso.
La inexistencia de luz artificial hacía, que muchas veces trabajásemos prácticamente a oscuras, o alumbrándonos las unas a las otras con linternas. Así que el trabajo, de ordenamiento de las listas de nombres de alumnos por clase, para llevar nuestro orden con los niños, lo cual nos costó bastantes quebraderos de cabeza, lo teníamos que hacer antes de que se fuese el sol. Tras caída la tarde, ya no era recomendable salir a la calle, pues está prácticamente todo a oscuras, en un terreno que es rural y donde, a pesar de que allí los “farangis” somos muy respetados por todo el mundo, nunca se sabe los peligros que entraña la noche allí o en cualquier lugar del mundo.
Una vez caída la tarde, nos dedicábamos a “las tareas del hogar”. No tener agua potable ni corriente en los grifos para beber, cocinar, lavar ropa o la ducha diaria, nos tenía bastante entretenidas. Cosas tan curiosas como hervir el agua y esperar a filtrarla o que se enfriara para beberla. Calentarla en una olla para, con un cubo y una jarra poder lavarnos. Vernos lavar la ropa a mano siempre era motivo de risa. Además había que no malgastar el agua en general, pues como he dicho más arriba, el agua que utilizábamos provenía de la lluvia que se depositaba en los bidones, pero nunca sabías si al día siguiente iba a llover. Por suerte, estábamos en temporada de lluvias. Me pregunto, ¿cómo haremos cuando vayamos en temporada seca?¿Cómo hará la gente? Bueno, en realidad, esta última pregunta ya he visto la respuesta en otras zonas de Etiopía, y no es muy grabable la respuesta.
Estas son algunos aspectos que describen un país poco desarrollado económicamente y que en realidad, a pesar de que ya conocíamos el país, nunca sabes en qué grado te van a afectar a la hora de desempeñar el trabajo. Dependiendo de la zona de Etiopía a la que vayas, te encuentras con los mismos problemas, pero unas veces más acentuados y otras menos o lo que en un sitio funciona y te apañas bien, en otro no funciona.
Por norma general, allí todo es complicado, las cosas más simples pueden llegar a ser un problema. Todo necesita más tiempo, más recursos y más vueltas para conseguir cualquier idea que te propongas. Nada allí es fácil.
Se escucha mucho… y es verdad
Sin embargo, la gente es encantadora. Allí permanece ese respeto y cortesía entre personas, que aquí está casi desvanecido. A pesar de las dificultades de la vida, la gente siempre te ofrece una sonrisa y están dispuestos a ayudarte si te ven perdida o si no encuentras algo, aunque no los conozcas de nada. Mucha gente, solo se acerca por curiosidad, para saber de dónde venimos y si nos gusta su país. Los niños son espectaculares, dignos de admirar. Son todos unos valientes y unos supervivientes. Y están llenos de alegría y vitalidad.
A pesar de todo, aquello tiene mucho que ofrecernos. Nos recuerda de dónde venimos y cuáles son las cosas esenciales de la vida que aquí, en nuestro primer mundo de comodidades, a menudo se nos están olvidando.
Un proyecto que continúa
Para el próximo Curso, nutricionistas de SEDCA continuarán esta tarea in situ y el envío de recursos desde España hará posible la mejora definitiva de la dieta de los niños, sobre todo mejorando el aporte proteico y vitamínico que reciben. El proyecto de mejor nutricional en Mizan-Téferi no ha hecho, realmente, más que empezar…
Patricia Cobo
Es enfermera en Reino Unido. Actualmente, doctoranda en la U. Complutense de Madrid.
Nadia Ríos
Es enfermera en el Hospital del Valle de Hebrón. Barcelona.