La composición de la microbiota intestinal puede determinar el efecto beneficioso o nocivo de los ácidos grasos de origen animal

| Publicado por | Categorías: Estudios científicos, Nutrición y dietética
Un equipo de investigadores escandinavos ha demostrado que la grasa de pescado o la de cerdo en la dieta pueden potenciar unas especies de baterías respecto a otras de forma que haya más o menos riego de inflamación asociada a enfermedades crónicas. 

Los efectos beneficiosos de los ácidos grasos poliinsaturados provenientes del pescado han sido probados por numerosos estudios científicos demostrando su efectividad en la lucha contra enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión y las dislipidemias (1) ya que, entre otros efectos, se asocian con una reducción del estado inflamatorio.

Por otro lado, está claramente demostrada también la influencia de la dieta en la composición de la microbiota intestinal (2). Existen varios estudios que han demostrado en ratones que aquellos que eran de tipo “germ free”, ratones diseñados genéticamente para que carezcan de microbiota, que padecían menos riesgo de padecer obesidad inducida por la dieta y mostraban además menor producción de tejido adiposo blanco, menor resistencia a la insulina y, en general, menor estado inflamatorio (3).

Según esto, parece que los factores microbianos circulantes en la sangre pueden potenciar o proteger frente a este estado inflamatorio asociado a las principales enfermedades crónicas que afectan a las poblaciones actuales como la obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares y el cáncer. A este respecto, un nuevo estudio realizado mediante la colaboración de investigadores Suecos, Belgas y Daneses ha demostrado que las dietas ricas en grasas de pescado producen microbiotas muy diferentes en el intestino de ratones en comparación con las dietas ricas en grasa de cerdo (4).

Para ello, alimentaron a dos grupos de ratones durante 11 semanas con dietas que tenían el mismo contenido calórico y la misma cantidad de fibra con la salvedad de que, al primer grupo, se les dio una dieta rica en aceite de pescado y, al segundo, una dieta rica en manteca de cerdo. Durante esas 11 semanas se siguió el progreso metabólico y microbiano de los dos tipos de ratones. Curiosamente, el primer grupo mostró abundancia de un tipo de bacteria denominada Akkermansia muciniphila que estudios previos han asociado con menos ganancia de peso y con mejor control del metabolismo de la glucosa, a diferencia del segundo grupo de ratones, alimentados con manteca de cerdo, que mostraron más cantidad de bacterias del género Bilophila vinculados previamente con aumento de factores proinflamatorios.

A pesar de que las grasas no son la principal fuente de energía de las baterías intestinales, sino las fibras vegetales que en este caso eran las mismas, los ácidos grasos sí parecen tener una influencia la proliferación de unas especies de bacterias con respecto a otras, lo cual, cómo se ha mencionado puede tener una clara repercusión en la salud a través del estado inflamatorio global.

Posteriormente, los investigadores trasplantaron la microbiota de estos ratones originales a otros alimentados normalmente para comprobar si el cambio tenía efecto en su salud. Los resultados sugieren bacterias intestinales tiene parte de la responsabilidad de los efectos beneficiosos de la grasas de pescado y los efectos nocivos de las del cerdo. Comprobaron que las microbiotas que provenían de ratones alimentados con aceite de pescado no aumentaron de peso y mostraron menores factores de inflamación comparados con los ratones trasplantados con la otra microbiota.

En una tercera fase de la investigación se ha realizado trasplantes fecales de la microbiota de los ratones alimentados con aceite de pescado a los otros ratones alimentados previamente con manteca de cerdo y viceversa. Los resultados han mostrado que la implantación de bacterias consideradas beneficiosas consigue contrarrestar el efecto inflamatorio negativo de una mala dieta previa.

Como siempre ocurre en este tipo de trabajos, los autores recalcan que se trata de un modelo experimental basado en ratones cuyas diferencias fisiológicas con el humano son notables por lo que hace falta mucha más investigación para tratar de trasladar estos resultados a una aplicación en la dieta humana mediante el uso de pre- o pro-bióticos.

Referencias:

1.- Nasiff-Hadad A y Meriño-Ibarra E. Ácidos grasos omega-3: pescados de carne azul y concentrados de aceites de pescado. Lo bueno y lo malo. Rev Cubana Med, 2003; 42 (2): 128-133.

2.- Scott et al. The influence of diet on the gut microbiota. Pharmacol Res, 2013; 69: 52-60.

3.- Ding et al. High-fat diet: bacteria interactions promote intestinal inflammation which precedes and correlates with obesity and insulin resistance in mouse. PLoS ONE, 2010; e12191.

4.- Caesar et al. Crosstalk between Gut Microbiota and Dietary Lipids Aggravates WAT Inflammation through TLR Signaling. Cell Metabolism, Agosto 2015.  

Noticia redactada por Noemí López Ejeda (Asociada SEDCA) @LopezEjedaN en Twitter

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